Psicólogo clínico para ayudarte a superar la tristeza, depresión y ansiedad en Foz, A Mariña, Lugo
Me siento triste, ¿tengo depresión?
En muchos momentos y situaciones diversas, podemos experimentar emociones y ser conscientes de ello. Habitualmente esto sucede porque algo significativo ha ocurrido o cambiado en nuestro entorno, tanto a nivel externo como interno. Las emociones cumplen una importante función de adaptación al medio, favoreciendo la emisión de respuestas o conductas adecuadas a cada situación. Facilitan las relaciones interpersonales y las interacciones sociales, mediante la comunicación de nuestros estados afectivos a otros.
La tristeza es una de las emociones básicas universales o primarias que surgen durante el desarrollo de las personas. Para quien la experimenta, la tristeza implica una experiencia subjetiva desagradable que conlleva un decaimiento en el estado de ánimo habitual. La tristeza favorece la introspección, la autoprotección y la búsqueda de apoyo social y afectivo. Permite aumentar la cohesión, fomentando la empatía y suponiendo un reclamo al apoyo por parte de otras personas, transmitiendo a los demás que no nos encontramos bien.
¿Tristeza o depresión?
La tristeza es una emoción relativamente habitual y transitoria que podemos experimentar como una reacción ante circunstancias difíciles o situaciones que nos pueden suponer pérdida, daño o perjuicio. Ante estas situaciones difíciles podemos presentar tristeza y llanto como una reacción y un estado emocional normal, sin que ello implique ninguna alteración psicopatológica ni tampoco ser el indicativo de ningún trastorno mental.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que resulta incapacitante para la persona que lo padece. En este trastorno, no sólo se encuentra alterado el afecto, sino también la cognición (o pensamiento), la conducta, las funciones fisiológicas y los ritmos biológicos. Las personas que sufren un trastorno depresivo presentan un sentimiento persistente de tristeza profunda o melancolía que afecta todos sus procesos mentales y sus interacciones con el entorno. Presentan también una incapacidad para experimentar placer (anhedonia), así como una pérdida de satisfacción e interés en todas las actividades. Esto conlleva una actitud de desinterés y pesimismo que impregna todos los ámbitos de su vida (familiar, social, laboral…).
Desde el punto de vista de la conducta, el rendimiento y la actividad de la persona que padece un trastorno depresivo se encuentra muy por debajo de su nivel habitual, mostrando una marcada inhibición, apatía (falta de motivación e interés) y abulia (falta de voluntad y energía). Del mismo modo, el pensamiento también se muestra alterado presentando contenidos de cariz negativo, con sentimientos de desánimo, pesimismo e incapacidad. También se ve afectada la capacidad de concentración y atención, así como los procesos de pensamiento, que se producen de un modo más lento y dificultoso.
Los ritmos biológicos también se ven afectados en las personas que padecen un trastorno depresivo. Es frecuente la presencia de alteraciones del sueño, mostrando un deterioro tanto en la calidad como en la cantidad del mismo. El trastorno del sueño que aparece más frecuentemente asociado al trastorno depresivo es el insomnio, siendo habituales los problemas para conciliar y mantener el sueño. También es habitual la presencia de despertar precoz. Puede experimentarse, con menor frecuencia, hipersomnia (presencia de sueño excesivo) con un incremento del sueño nocturno o diurno. Son también habituales en los trastornos depresivos la presencia de alteraciones del apetito, produciéndose un aumento o disminución en el mismo que cursa con variaciones concurrentes significativas en el peso.
Finalmente, los trastornos depresivos pueden también ocasionar alteraciones en las funciones fisiológicas (niveles de neurotransmisores, activación excesiva del eje hipotálamo-hipofiso-adrenal, disminución en la activación de determinadas áreas cerebrales…). Estas personas pueden experimentar, a nivel físico, palpitaciones, dolores de cabeza, sensación de fatiga crónica (astenia), estreñimiento, entre otros.
Por lo tanto, la tristeza es un estado emocional transitorio que se presenta como respuesta ante determinados acontecimientos y situaciones y que supone una reacción normal, pasajera, adaptada y no patológica ante dichas situaciones. La depresión, por su parte, supone un trastorno mental que no sólo conlleva una alteración del afecto, implicando un sentimiento de tristeza, sino también la alteración de otras áreas y funciones que ocasionan un deterioro progresivo y global en la calidad de vida de la persona que la padece. En este sentido, los trastornos depresivos deben ser diagnosticados y tratados por profesionales especialistas en salud mental (psiquiatras y psicólogos clínicos). Estos profesionales se encargarán de implementar un diagnóstico y tratamiento apropiados, así como realizar un seguimiento adecuado del cuadro clínico.
Referencias bibliográficas:
- Fernández-Abascal, E.G., Jiménez Sánchez, M. P. y Martín Díaz, M. D. (2009). Emoción y motivación. La adaptación humana. Volumen I. Madrid: Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, S.A.